viernes, 29 de octubre de 2010

Cementerios

Vaya, ya tenía un buen tiempo de no tanatonautear. Y es que la muerte se ha vuelto tan cotidiana en este pedazo de mundo que escribir sobre ella, resulta a veces un poco complicado...

Los cementerios son quizá mi lugar favorito. Me gusta el ambiente tranquilo y solitario que tienen algunos caminos del Cementerio General, me gustan sus tumbas grandiosas y sus nichos llenos de colores. Quizá el primer recuerdo que tengo de los cementerios se remonta a por allí de 1988... cuando murió una señora llamada Loti que para mi fue como mi abuela. Luego de que mi abuela murió, la Loti nos recibía luego del cole y esperábamos allí a que mi tía o mi mamá pasaran por nosotros. Eran tiempos hermosos de arroz en leche y asopado inglés. De verdad que yo podía sentir cuánto ella me quería. Pero a la Loti le dio cáncer en le hígado y pronto, demasiado pronto, se puso amarilla, las uñas se le doblaron y dejó de reconocer a la gente. Murió. Y quizá luego de la muerte de mi madre, esta ha sido la que más he sentido. De verdad que aún me duele cuando la recuerdo postrada en la cama.

El entierro de la Loti fue el primero al que asistí, de allí sólo he ido a otro, a pesar que me encantan los cementerios, los entierros no son de mi gusto. Me da por llorar, incluso cuando no conozco al muerto... cosas no cerradas me imagino. No pude asistir al entierro de mi madre...

El día que enterraron a la Loti fue horrible para mi, se había muerto esa mujer que me quería, que me amaba con toda el alma. Ella, muy a lo como agua para chocolate, no se había casado por cuidar a su mamá. Una señora sumamente cruel a la que luego le dio Alzheimer. Para ella, mi hermano y yo éramos sus nietos. Y para mí, ella era mi abuela, la que más quise.

Recuerdo tan bien cuando metieron el féretro al nicho, cuando comenzaron a poner los ladrillos. Recuerdo el sonido de los ladrillos y de la mezcla que los unía. Recuerdo que mi mamá no decía nada, sólo me apretaba el hombro y yo lloraba, lloraba como loca, como sólo he llorado por mi madre. La gente me miraba, como se mira a una persona a punto de enloquecer y de verdad que recuerdo que no quería que la enterraran, no quería dejar de verla. Cuando terminaron de cerrar el nicho, mi mamá me tomó de la mano y salimos caminando por la calle principal del cementerio... ahí me dijo que a la Loti ya no le dolía nada, que estaba mejor, que el dolor se había acabado. Entonces recuerdo que me quedé en silencio, pensando en ella, en que no me gustaba verla tendida en la cama, amarilla y sin sus hermosas uñas rojas largas. Caminamos en silencio y recuerdo el crujir de las hojas secas bajo nuestros pasos, el olor a flores húmedas -lloviznaba- y un sabor como a albahaca que se me pegó en el cielo de la boca.

Creo que entendí que la muerte era la parte de la vida en la que se acababa el dolor. Creo que desde allí me comenzaron a gustar los cementerios. Los ví hermosos y tranquilos. Llenos de recuerdos y de cariños.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Funerales



Zapata



Houdini

viernes, 29 de agosto de 2008

De la pequeña muerte


Desde siempre he tenido una relación cercana con la muerte. Una relación que a veces dejo pasar, momentos en los que no quiero hablar de eso, hasta que -como ha pasado últimamente- la vida me pone frente a ese continuar. Por otro lado, también he tenido una relación con lo sobrenatural, con las experiencias que provienen de la meditación, de las energías, del control de la mente sobre el cuerpo. Hace años, los viajes astrales eran algo que me pasaba regularmente, siempre me daban miedo, y mucho. Leí una cantidad exorbitante de literatura -una más seria que otra- sobre las explicaciones acerca de eso, el viaje astral, el desdoblamiento, el hilo de plata que hay entre la esencia -no me gusta pensar en alma- y el cuerpo. La dualidad de la naturaleza del ser humano, lo material y lo energético, estuve incluso practicando unos ejercicios -no sin miedo- que me permitieron la autoprovocación de esos viajes -y es que lo llevo en los genes, el viejo era metafísico, chamán y medio brujo-, viajes que eran cortos, tímidos. Luego dejé mi relación con lo sobrenatural y las energías, en pro de una fase más racionalista de mi existencia, fase que me enseñó la verdadera función e importancia de la espiritualidad: sin ella -fuera de toda religión- estoy perdida. A pesar de mi reciente retorno a la exploración de la metafísica y de las energías, no había vuelto a pensar en los viajes astrales, hasta hace un par de días. Cansada, completamente agotada pero inmersa en una fuerte etapa de trabajo y de estudio, decidí dormir media hora (llevaba más de dos días despierta). Eran las 4: 55 am cuando me acosté, puse el despertador a las 5:30 y la cabeza sobre la almohada. Inmediatamente inició el ruido, ese ruido tan particular que recuerda un poco a la serie de la dimensión desconocida, ese sonido imparable que sube y baja, y que ejerce como una especie de imán que lo va sacando a uno del cuerpo. Mi primera reacción fue abrir los párpados y pude ver la mitad de mi cuerpo astral fuera de mi cuerpo físico. Mi primer sentimiento fue el miedo, a lo que -casi inmediatamente- se sobrepuso el pensamiento de bueno, esto está pasando, pasando de verdad, como no había pasado desde hace 4 años y pelos. Y tomé la decisión de dejarme ir. Inmediatamente mi cuerpo astral salió disparado, más rápido de que una tortuga -jaja-, como cohete e inicié un ascenso por el cielo, vi el techo de mi casa, luego de las casas vecinas y seguí subiendo. Me asaltó entonces la idea de la muerte. Esto es la muerte pensé, así ha de ser, este deprendimiento y el retorno al universo. Hermoso. Creo que si hubiera podido llorar en ese estado, lo hubiera hecho, de hecho no sé si es posible, pero la sensación fue hermosa, realmente hermosa. Paz, una paz como no había sentido en años. Si así es la muerte, pensé de nuevo, no tiene por qué darme miedo, porque me sentía parte de todo, sintiendo con la escencia, volando. Hermoso. En mi concepción del mundo, en mis parámetros humanos y terrestres, la experiencia duró una media hora, luego volví, tranquila, descansada, llena de energía. ví el reloj, habían pasado solamente tres minutos. Eran las 4: 58 de la mañana.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Fotografías de día de muertos


Serie de fotografías del día de muertos que estará siendo actualizada durante unos días más en: photomatonne. Pronto volveré a este blog, se han cerrado los procesos dolorosos
Posted by Picasa

martes, 18 de septiembre de 2007

The melancholy Death of the Oyster Boy




No he tenido tiempo de tanatonautear, cosas importantes en mi vida están muriendo. Así que les dejo una historia para que se pongan en sintonía. :I

domingo, 24 de junio de 2007

Momias


Encontré esta presentación de fotos de un especial de Univisión: Pasea entre los muertos sobre las momias de Guanajuato. Algunas son impresionates como el feto y la mujer japonesa, y alguna divertida como la de Remigio Leroy el primero en ser exhumado y que tiene una cara de reírse de la muerte que me encanta.


En el artículo encontrarán alguna información extra y la referencia a algunas de las historias de las momias, que ahora están en un museo pero que durante mucho tiempo -la primera exhumación fue en 1869-, estuvieron expuestas en fila en un salón, sin protección ni nada y algunas personas arrancaban pedazos para ver si eran reales o para llevarse un recuerdo -creo que yo hubiera estado entre estas últimas-.

Estas momias protagonizaron la entrada el film Nosferatu de Werner Herzog en 1979, con Klaus Kinski. Les dejo el trailer:





domingo, 17 de junio de 2007

Quino

Posted by Picasa