viernes, 29 de agosto de 2008

De la pequeña muerte


Desde siempre he tenido una relación cercana con la muerte. Una relación que a veces dejo pasar, momentos en los que no quiero hablar de eso, hasta que -como ha pasado últimamente- la vida me pone frente a ese continuar. Por otro lado, también he tenido una relación con lo sobrenatural, con las experiencias que provienen de la meditación, de las energías, del control de la mente sobre el cuerpo. Hace años, los viajes astrales eran algo que me pasaba regularmente, siempre me daban miedo, y mucho. Leí una cantidad exorbitante de literatura -una más seria que otra- sobre las explicaciones acerca de eso, el viaje astral, el desdoblamiento, el hilo de plata que hay entre la esencia -no me gusta pensar en alma- y el cuerpo. La dualidad de la naturaleza del ser humano, lo material y lo energético, estuve incluso practicando unos ejercicios -no sin miedo- que me permitieron la autoprovocación de esos viajes -y es que lo llevo en los genes, el viejo era metafísico, chamán y medio brujo-, viajes que eran cortos, tímidos. Luego dejé mi relación con lo sobrenatural y las energías, en pro de una fase más racionalista de mi existencia, fase que me enseñó la verdadera función e importancia de la espiritualidad: sin ella -fuera de toda religión- estoy perdida. A pesar de mi reciente retorno a la exploración de la metafísica y de las energías, no había vuelto a pensar en los viajes astrales, hasta hace un par de días. Cansada, completamente agotada pero inmersa en una fuerte etapa de trabajo y de estudio, decidí dormir media hora (llevaba más de dos días despierta). Eran las 4: 55 am cuando me acosté, puse el despertador a las 5:30 y la cabeza sobre la almohada. Inmediatamente inició el ruido, ese ruido tan particular que recuerda un poco a la serie de la dimensión desconocida, ese sonido imparable que sube y baja, y que ejerce como una especie de imán que lo va sacando a uno del cuerpo. Mi primera reacción fue abrir los párpados y pude ver la mitad de mi cuerpo astral fuera de mi cuerpo físico. Mi primer sentimiento fue el miedo, a lo que -casi inmediatamente- se sobrepuso el pensamiento de bueno, esto está pasando, pasando de verdad, como no había pasado desde hace 4 años y pelos. Y tomé la decisión de dejarme ir. Inmediatamente mi cuerpo astral salió disparado, más rápido de que una tortuga -jaja-, como cohete e inicié un ascenso por el cielo, vi el techo de mi casa, luego de las casas vecinas y seguí subiendo. Me asaltó entonces la idea de la muerte. Esto es la muerte pensé, así ha de ser, este deprendimiento y el retorno al universo. Hermoso. Creo que si hubiera podido llorar en ese estado, lo hubiera hecho, de hecho no sé si es posible, pero la sensación fue hermosa, realmente hermosa. Paz, una paz como no había sentido en años. Si así es la muerte, pensé de nuevo, no tiene por qué darme miedo, porque me sentía parte de todo, sintiendo con la escencia, volando. Hermoso. En mi concepción del mundo, en mis parámetros humanos y terrestres, la experiencia duró una media hora, luego volví, tranquila, descansada, llena de energía. ví el reloj, habían pasado solamente tres minutos. Eran las 4: 58 de la mañana.

4 comentarios:

la-filistea dijo...

Imaginate como esos 3 minutos te dieron paz, yo he leído mas o menos sobre la metafísica, voy a ver que tal quedo con Carlos Castaneda y las enseñanzas de don Juan, que por ahí voy. . .

Por fin terminé a JUng, que me ha dado unas claves tremendas vos, por lo visto, no estoy sola en esto de las instrospecciones!.

Denise Phé-Funchal dijo...

Ah genial vos, vas a ver cómo Castaneda te abre la percepción a un chingo de cosas. Con Jung, he buscado el libro y nácar, no lo venden acá, hay uno pero no sé si es la traducción del título lo que cambia. Saludos hermana Filistea.

la-filistea dijo...

Anoche empezé a sentir ese zumbido y me sigue dando miedo entrarle. Me acordé de Castaneda cuando don Juan le dice que busque su lugar y él se está practicamente toda la noche encontrar un lugar donde se sintiera cómodo y yo creo que estaba en mi lugar cómodo anoche pero me ahuevé y me moví para el otro lado de la cama.

Lo que pasa es que con tantas cosas revueltas en la mente, me dá un poco de clavo intentar un viajecito en plena conciencia . . . o uno no está conciente cuando lo realiza?.

Denise Phé-Funchal dijo...

Uga, sí, da miedo... depende, hay ejercicios para uno auto provocarlo pero requiere de mucha meditación previa y de dejar el miedo a un lado... pero cuando te pasa, autoprovocado o espontáneo, siempre está consciente de todo lo que pasa a tu alrededor... saludines